“Su madre ya no está aquí”, le dicen a los hijos cuando visitan a su mamá por primera vez en el asilo de ancianos – Historia del día

Cuando los hijos de Cindy la dejaron en un hogar de ancianos y vendieron su casa, ella pensó que su destino estaba sellado. Pero cuando la visitaron dos años después, descubrieron que alguien se la había llevado de ese lugar.

Cindy amaba su trabajo. Había trabajado en su tienda de antigüedades durante décadas, pero parecía que había llegado el momento de jubilarse.

Había estado ahorrando por años, y era el momento de disfrutar de otras actividades en sus últimos años.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Solo un par de años antes, había sufrido un evento que le cambió la vida. Ella y su esposo Eric se divorciaron. ¡Eso le había roto el corazón! Él había sido su confidente y compañero durante las cuatro décadas que permanecieron juntos.

Su matrimonio había sido la unión de sus sueños. Desafortunadamente, a lo largo de los años, los objetivos y metas de vida de cada uno habían cambiado, lo que derivó en el final de su vida juntos.

Eric dejó su trabajo para dedicarse a la agricultura. Se mudó a otra ciudad, y dejó atrás a Cindy y a sus dos hijos.

“¿Qué haré sin ti, mi amor?”, solía preguntarse, al mirar las fotos de su exesposo.

A pesar del divorcio, siempre mantuvo fotos de él en la repisa de la chimenea de su hogar. A menudo lloraba al recordar tiempos pasados juntos.

Se casaron muy jóvenes y pronto se convirtieron en padres. A veces, Cindy deseaba haber esperado un poco antes de tener a sus hijos, Emily y Jonathan. Quizás así se hubieran quedado un poco más en casa.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Ya eran adultos y se habían ido hacía mucho tiempo para comenzar sus propias vidas, familias y trabajos. Ella pasaba el tiempo en esa enorme casa vacía, lo que, sin duda, la hacía sentir muy sola.

Ahora, a los 70 años, se jubilaba y no estaba segura de qué hacer con su vida. Tenía una comunidad muy unida a su alrededor, pero no era así como había imaginado sus últimos años. Siempre había soñado tener a sus adorados nietos a su alrededor.

Por desgracia, sus hijos no la visitaban con frecuencia, y las visitas se habían reducido aún más en los últimos años. Esperaba que su nueva vida le permitiera verlos a menudo y pasar tiempo con sus nietos. Pero pronto se enfrentaría a la peor sorpresa de su vida.

Una mañana, Cindy se despertó con el insistente timbre de la puerta. “¿Quién podría ser tan temprano? ¡Apenas amanece!”, se quejó, mientras se echaba una bata sobre los hombros y bajaba rápidamente las escaleras.

¡Abrió la puerta y no podía creer lo que veía! ¡Allí estaban Emily y Jonathan! Apenas unas horas antes estaba orado para que la visitaran. “¡Dios respondió mis oraciones!”, pensó.

Voló a los brazos de sus hijos, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas suaves y sonrojadas. Sin embargo, su alegría pronto se convertiría en dolor.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“¡Esta no es una visita convencional, mamá! Estamos aquí para llevarte a tu nuevo hogar”, escuchó decir a su hijo.

“Pero… este es mi hogar. ¿Qué quieres decir con mi nuevo hogar?”, preguntó Cindy. Toda la emoción que había sentido desapareció.

“Ahora que estás jubilada, queremos llevarte a un hogar de ancianos donde puedas tener a alguien que te cuide en todo momento”, dijo Emily, hablando por primera vez desde que su madre abrió la puerta.

“No necesito que nadie me cuide. Me he cuidado todo este tiempo y continuaré haciéndolo”, le gritó a sus hijos. Pero Emily entró a la casa para comenzar a empacar las cosas de su madre.

Cindy estaba fuera de sí. Sus hijos estaban allí para llevarla a un asilo de ancianos. Se sentía frágil y decepcionada de sus hijos.

Después de sus inútiles esfuerzos para hacerles cambiar de opinión, se dio por vencida. Se retiró lentamente con un semblante resignado mientras sus hijos la metían en su automóvil y se dirigían al hogar de ancianos, a kilómetros de distancia de su amado hogar.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Sin que Cindy lo supiera, sus hijos ya habían puesto la vivienda en venta y ya habían recibido parte del pago por la casa de su infancia. Estaba en un sector muy próspero y valía mucho dinero.

En el trayecto apenas hablaron; todos estaban perdidos en sus pensamientos. Jonathan y Emily estaban planeando qué hacer con las ganancias por la venta de la casa. Cindy, en cambio, cuestionaba su crianza, y dejaba escapar un suspiro de vez en cuando.

Una vez que llegaron al hogar de ancianos, Jonathan y Emily dejaron a su pobre madre en la recepción y se marcharon, ansiosos por regresar a sus hogares y celebrar su victoria.

¡Cindy estaba devastada! Durante el largo viaje, había esperado que sus hijos le estuvieran gastando una broma pesada, pero ahora sabía que era real. Fue escoltada a su habitación y supo que su destino estaba sellado. Cerró la puerta y se quedó dormida llorando.

La vida en el hogar de ancianos no era tan dura como Cindy se había imaginado. Después de superar su conmoción inicial, comenzó a hacer amigos y a disfrutar de la compañía. Le encantaba especialmente caminar por los jardines y recoger flores.

Pasaron los días, luego las semanas, y un día, en su cuarto mes allí, estaba caminando por los jardines con una de sus amigas cuando vio un camión estacionado en el estacionamiento. Por alguna razón, el camión y el conductor le parecían familiares.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“¡Conozco ese camión… y al conductor!”, le espetó a su amiga.

“¿Es tu hijo?”, preguntó ella.

“No puedo decirlo desde tan lejos, pero no parece que sea Jonathan”, respondió Cindy, apresurándose hacia la camioneta.

Un año y ocho meses después…

Jonathan y Emily estacionaron su auto en el estacionamiento del hogar de ancianos y se acercaron a la recepción. “Estamos aquí para ver a nuestra madre, Cindy”, le dijo Jonathan a Ángela, la recepcionista.

“¿Cindy?… ¡Ella no está aquí desde hace por al menos un año y ocho meses!”, dijo Ángela, abriendo una pestaña en su computadora que mostraba las fechas de salida de sus residentes.

“¿Qué quieres decir con que ella no está aquí? ¿Dónde está?”, preguntó Jonathan, levantando la voz.

“A tu mamá la sacaron de aquí”, dijo Ángela, tras verificar en sus archivos.

“¿A dónde la llevaron? ¿Quién se la llevó? ¿Y con el consentimiento de quién?”, gritó Emily.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Más tarde esa noche, los dos llamaron a la puerta azul turquesa de la dirección que Ángela les había dado y esperaron con la respiración contenida para ver quién se había llevado a su madre. Se sorprendieron cuando reconocieron al dueño. Era su padre, Eric.

Durante años, él se había dedicado a la agricultura y estaba a cargo de entregar comestibles al asilo de ancianos. Un día, mientras hacía sus entregas, vio a Cindy caminando por los jardines junto con otros residentes.

Al principio, Eric pensó que estaba equivocado. No podía imaginar a una mujer tan ágil y fuerte como Cindy en un hogar de ancianos, así que habló con Ángela.

La recepcionista le contó cómo los hijos de Cindy la habían dejado allí y le comentó también que en esos meses ninguno había ido a visitarla. Eric formalizó de inmediato la tutela de su ex.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Pasé muchos años felices con ella, y es justo que nos apoyemos mutuamente en nuestros últimos años”, le dijo a la gerencia del hogar de ancianos, y se llevó a Cindy a su casa.

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A sus más de 80 años, Eric vivía solo. Después de que él y Cindy se divorciaron, nunca se volvió a casar y se mudó a otro estado para comenzar una nueva vida. Ahora, se habían encontrado nuevamente y no volverían a separarse.

“Entonces, ¿por qué fueron a visitarme al hogar de ancianos después de tanto tiempo?”, preguntó Cindy.

“Lo sentimos, mamá”, dijo Emily. “Realmente lamentamos lo que te hicimos. Nos enfocamos totalmente en lo que podíamos hacer con el dinero que nos iban a dar por la casa y no pensamos en ti o en tus necesidades”.

“Vinimos al hogar de ancianos para disculparnos e intentar revertir el daño que hicimos”, dijo Jonathan, sacando un papel de su maleta. “Volvimos a comprar la casa para ti”, agregó, entregándole la escritura de la casa a su madre.

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¡Cindy estaba estupefacta! No podía creer que sus hijos, que habían sido tan hostiles con ella solo dos años antes, hubieran cambiado de página tan rápidamente. “¿Lo dicen en serio?”, preguntó ella, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Emily y Jonathan pidieron perdón a sus padres. Cindy sintió que era el momento preciso para hacerle una petición especial a sus hijos.

“Lo que sea, mamá”, dijo Emily.

“Quiero que ustedes dos traigan a mis nietos con frecuencia para que puedan pasar tiempo con sus abuelos”, dijo Cindy con una enorme sonrisa.

“¡Así lo haremos!”, respondieron Emily y Jonathan al unísono.

Eventualmente, Cindy y Eric vendieron esa propiedad y se volvieron a casar en una pequeña ceremonia a la que asistieron sus hijos y nietos. Pasaron el resto de sus días en la granja, rodeados de sus nietos, tal como ella había siempre había soñado.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Debemos estar agradecidos por nuestros padres y cuidarlos en su vejez: Jonathan y Emily abandonaron a su madre en su vejez, para poder vender su casa y disfrutar de ese dinero. Años después, se arrepintieron de sus acciones.
  • Nunca es tarde para disculparse: Jonathan y Emily tardaron meses en darse cuenta de lo mal que habían actuado con su madre. La buscaron para disculparse y pudieron disfrutar juntos como familia los últimos años de sus padres.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a [email protected].

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