Fingí ser mi hermano gemelo para vengarme de su amigo, pero encontré el amor – Historia del día

Me disfracé de mi hermano gemelo para vengarme de su amigo Jack por humillarme públicamente. Me puse la ropa de mi hermano y una peluca. También practiqué su forma de andar y su voz. Aquel día, nada pudo detenerme, excepto un pequeño detalle. Fue una niña pequeña que lo destruyó todo en un segundo.

Me llamo Sara, y mi vida cotidiana consiste en cuidar a los más pequeños, enseñarles lo básico y asegurarme de que se sienten queridos y seguros.

Tengo un hermano gemelo, Michael, que es mi roca. Estamos muy unidos y siempre me cubre las espaldas, sobre todo cuando las cosas se ponen difíciles.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Aquella mañana, me ajusté el pañuelo rosa y tarareé una tonadilla, intentando calmar mis nervios.

“Mm-hmm, mm-hmm”.

Era una costumbre de la que no podía deshacerme cuando las cosas no me iban bien.

Al salir, me topé con Michael y su amigo Jack en la entrada de la guardería. Jack llevaba de la mano a su hermana pequeña, Sue.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Al ver a Jack siempre me daba un vuelco el corazón. Me caía bien, pero hoy deseaba desaparecer.

“¡Buenos días, hermanita!”, saludó Michael alegremente.

“Buenos días”.

Los ojos de Jack brillaron con picardía.

“Así que, Sara, tú trabajas aquí, ¿verdad?”, preguntó, mirando el cartel de la guardería.

Mis mejillas ardieron de vergüenza.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Eh, sí… pero en realidad no. Quiero decir que no trabajo directamente con los niños. Sólo cosas administrativas”.

Michael se movió incómodo a mi lado, con los ojos bajos. Dejó escapar una pequeña risita incómoda, pero no dijo nada para contradecirme.

Jack enarcó una ceja. “¿De verdad? Yo no he oído eso”.

Aquel mismo día, durante la clase, mi peor temor se hizo realidad. Jack entró con Sue y la directora de la guardería.

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La directora dijo: “Esta es Sue, nuestra nueva compañera de grupo”.

Jack dijo en voz alta

“¡Vaya, mira quién está aquí! Creía que eras demasiado buena para tratar con niños, Sara. ¿O es que solo finjas mientras holgazaneas en la parte de atrás?”.

Las palabras de Jack picaron como una bofetada. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Me mordí el labio, intentando contenerlas.

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“Es un malentendido”, dije, con la voz temblorosa. “Creía que te referías a la escuela primaria cercana”.

Me excusé y corrí al baño, donde rompí a llorar amargamente. La humillación era insoportable. De camino a casa, me desahogué con Michael.

“¿Cómo ha podido decir eso? Me ha hecho quedar como una tonta”.

“Jack es un buen tipo, Sara. Quizá exageraste”.

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Pero yo no quería oírlo. Tenía ganas de vengarme de Jack, de demostrarle que no podía pisotearme. Necesitaba saber más de él y descubrir sus puntos débiles.

Y tenía en mente el plan perfecto.

***

Al día siguiente, decidí tomar cartas en el asunto. Tenía un plan, e iba a implicar un poco de engaño.

Empecé hurgando en el armario de mi hermano Michael.

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“Muy bien, veamos qué tenemos aquí”, murmuré para mis adentros. “Hmm, esto podría funcionar”.

Saqué unos vaqueros, una sudadera con capucha y una gorra.

“¡Perfecto!”.

De pie frente al espejo, probé distintas combinaciones hasta encontrar el look perfecto.

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“Sólo hay que echarse el pelo hacia atrás… ya está”.

Me recogí bien el cabello y lo metí debajo del gorro.

“Ahora, la peluca”.

Me puse la peluca, que combinaba perfectamente con el color de pelo de Michael.

“Vaya, esto tiene muy buena pinta”, dije, sintiéndome un poco más segura.

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“Ya casi está… Sólo tengo que dar en el clavo con sus gestos”.

Practiqué delante del espejo, imitando el modo de andar y los gestos de Michael.

“Hola, Jack, ¿qué tal?”, dije, intentando igualar el tono de mi hermano. “Sí, me parece bien”.

“Muy bien, Sara”, susurré para mí. “Tú te encargas”.

Tomé en secreto el teléfono de Michael y concerté una cita con Jack, haciéndome pasar por mi hermano. Me temblaban las manos mientras escribía el mensaje.

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“Vale, respira hondo. Ya no hay vuelta atrás”, me dije.

Jack respondió rápidamente, sugiriendo que nos reuniéramos en la fiesta de cumpleaños de su hermana. Suspiré aliviada.

“Uf, ha sido más fácil de lo que pensaba”.

Le respondí: “Claro, me parece genial. Nos vemos allí”.

Había puesto en marcha el plan y ya no había vuelta atrás.

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***

Llegó el día de la fiesta de cumpleaños y mis nervios estaban por las nubes. Comprobé dos veces mi disfraz: vaqueros, sudadera con capucha, gorra, peluca y maquillaje. Incluso practiqué por última vez los andares y la voz de Michael.

“Tú puedes, Sara”, susurré. “Mantén la calma”.

El patio de Jack estaba decorado con globos y serpentinas, y las risas de los niños llenaban el aire. Caminé hacia la entrada.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Jack me saludó con una gran sonrisa.

“¡Hola, Mike! Me alegro de que hayas venido”.

“Hola, Jack”, contesté, tratando de sonar despreocupado. “No me lo perdería”.

Cada paso que daba me parecía caminar por la cuerda floja. Intenté imitar el paso seguro de Michael, manteniendo los hombros hacia atrás y la cabeza alta.

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Hablar con su voz era un reto, pero conseguí mantener el tono firme y bajo, como él.

La fiesta estaba en pleno apogeo. Vi a Sue sentada en una mesa, rodeada de regalos. Parecía tan feliz, y eso me hizo sonreír a pesar de mi ansiedad.

Jack estaba increíble con Sue.

Le ponía lazos en el pelo, le daba de comer tarta y se aseguraba de que se lo pasara bien. No podía dejar de admirar lo entregado que estaba a su hermana.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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“Vaya, Jack”, dije, intentando sonar como Michael. “Eres muy bueno con ella”.

“Ella es mi mundo, Mike. Sólo quiero que sea feliz. Desde que murió mamá, me ha tocado a mí cuidar de ella. Papá siempre está de viaje, así que todas las responsabilidades domésticas recaen sobre mí. He tenido que convertirme a la vez en su madre y en su hermano”.

Sus palabras me golpearon con fuerza. Aquí estaba yo, fingiendo ser otra persona para vengarme, mientras Jack era genuinamente cariñoso y afectuoso.

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La culpa me corroía, pero la aparté. De repente, Sue vino corriendo.

“¡Mike, Mike!”, gritó, con la carita iluminada por la emoción.

“¿Qué pasa, cumpleañera?”, pregunté, agachándome a su altura.

“¿Podemos jugar a algo? Por favor”.

“Por supuesto”.

Reunimos a un grupo de niños y empezamos a jugar. Me olvidé de mi disfraz y me limité a disfrutar del juego.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Pero entonces, ocurrió.

Cuando paró la música y los niños se apresuraron a recoger las sillas, los ojos de Sue se abrieron de par en par.

“¿Señorita Collins?”.

El corazón me dio un vuelco.

“¿Qué quieres decir, Sue?”, tartamudeé, intentando mantener la calma.

Ella soltó una risita y me tocó la gorra.

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“Eres tú, ¿verdad? Eres mi profesora, Sara”.

Con un rápido movimiento, me quitó la gorra y con ella la peluca. El mundo pareció ralentizarse cuando todos a mi alrededor se quedaron inmóviles, con los ojos clavados en mí.

La expresión de Jack pasó de la confusión a la sorpresa.

“¿Sara?”, dijo, con incredulidad en la voz. “¿Qué haces aquí?”.

Me quedé de pie, completamente humillada.

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“Yo… puedo explicarlo”, tartamudeé, con la voz apenas convertida en un susurro.

En ese momento, Michael entró en el patio, con los ojos muy abiertos al ver la escena.

“Sara, ¿qué pasa?”, preguntó, mirando entre Jack y yo.

Antes de que pudiera responder, Jack soltó una carcajada.

“Sólo es una animadora de fiestas, ¿verdad? Todo esto forma parte de la actuación, ¿no?”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Su tono estaba cargado de sarcasmo, pero pude ver el dolor en sus ojos.

“No, Jack, no lo es”, admití, con la voz temblorosa.

“Yo… intentaba vengarme de ti por lo que dijiste en la guardería”.

La mandíbula de Jack se tensó.

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“¿Así que decidiste engañar a todo el mundo? ¿Fingir que eras tu hermano?”.

Se me llenaron los ojos de lágrimas. Sentí que me temblaba el labio inferior.

“No sabía qué más hacer. Me hacías sentir tan pequeña”.

La fiesta se había quedado en silencio, todos observaban nuestro intercambio. Sentí como si el suelo pudiera tragarme entera.

Michael suspiró y se pasó una mano por el pelo.

“Tenemos que hablar, Sara. Pero no aquí”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjourney

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Sentí una oleada de pánico. Sin decir nada más, me di la vuelta y eché a correr.

Oía que Michael me perseguía, pero no podía detenerme. Corrí por el patio, sintiendo que mis piernas se movían como melaza.

Se me cayó la peluca y aterricé en la hierba, pero no miré atrás. Necesitaba alejarme, escapar.

Mi disfraz había desaparecido, mi secreto estaba al descubierto y no sabía cómo enfrentarme a ninguno de ellos.

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***

Durante todo el fin de semana, no pude dejar de pensar en la desastrosa fiesta de cumpleaños. La idea de volver a enfrentarme a todos me daba ganas de meterme debajo de una piedra y no salir jamás.

El lunes por la mañana llegó demasiado deprisa. Era hora de volver al trabajo.

Me puse delante del espejo, ajustándome el pañuelo rosa e intentando estabilizar mis manos temblorosas.

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Michael llamó a la puerta de mi habitación y asomó la cabeza.

“Hola, Sara”, dijo suavemente, entrando en la habitación. “Sé que estás deprimida, pero todo va a salir bien”.

“No lo sé, Mike. He hecho el ridículo”.

“Todo el mundo comete errores, Sara. Es normal. Y créeme, muy pronto te estarás riendo de esto con todo el mundo”.

“Gracias, Mike. Espero que tengas razón”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Midjorney

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Con sus palabras en mente, me armé de valor y me dirigí a la guardería. El camino me pareció más largo de lo habitual, y tuve que respirar hondo para no volverme atrás.

Cuando entré en el aula, sentí que me miraban. Los niños parecían cuchichear y mirarme. Forcé una sonrisa y saludé a todos con la mayor normalidad posible.

Ese mismo día, Sue se me acercó. Sus ojos inocentes me miraron con preocupación.

“Señorita Collins, ¿se encuentra bien?”.

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Me arrodillé a su altura, intentando ocultar mi vergüenza.

“Estoy bien, Sue. No te preocupes por mí”.

Sue extendió la mano y me abrazó.

“No pasa nada. Jack dijo que estabas confundida. Y que sólo estabas jugando”.

Le devolví el abrazo. “Gracias, Sue”.

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***

Por la tarde, vi a Jack caminando hacia la guardería. Cuando entró, me dedicó una pequeña sonrisa de disculpa.

“Hola, Sara”, dijo en voz baja. “¿Podemos hablar?”.

Asentí, con el estómago hecho un nudo. Salimos fuera, lejos de los ojos curiosos de los niños y los padres.

“Me dolió lo que dijiste en la guardería”, empecé, con la voz un poco temblorosa.

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“Tu comentario fue un poco duro, aunque había algo de verdad en él. Me avergonzaba de mi trabajo. Pero tú me ayudaste a darme cuenta de su valor. Ahora, estoy orgullosa de lo que hago. Sé que siempre tengo a estos pequeños que me admiran y confían en mí”.

Jack suspiró, parecía realmente arrepentido.

“Lo siento, Sara. No pretendía hacerte daño. Creo que eres una persona maravillosa. Michael habla de ti todo el tiempo y me encantaría conocerte mejor”.

Se me dibujó una sonrisa en la cara y sentí alivio.

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“¿De verdad? A mí también me gustaría”.

Jack sonrió, tratando de aligerar el ambiente.

“Pero, ¿qué tal si nos aseguramos de que la próxima vez que nos veamos sea sin la peluca?”.

Me reí y la tensión desapareció.

“Trato hecho”.

Justo entonces, Sue corrió hacia nosotros, con la cara radiante de emoción.

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“Jack, señorita Collins, ¿podemos ir juntos a tomar un helado este fin de semana?”.

Jack y yo intercambiamos una mirada y sonreímos.

“Claro, ¿por qué no?”, dijo Jack, alborotando el pelo de Sue.

Mientras hacíamos planes para el fin de semana, sentí alivio y esperanza. Quizá fuera el comienzo de un nuevo entendimiento entre nosotros.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien.

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