En el nuevo lugar de trabajo de Pamela, nadie sabía que ya estaba comprometida. Escondía su anillo cada vez que iba a trabajar, y ése era el principal motivo por el que su colega Josh la invitaba a salir a deshoras. Pamela estaba dispuesta a compartir su secreto con él, pero justo cuando iba a hacerlo, su prometido la pilló con las manos en la masa.
Pamela estaba fuera del edificio, sintiendo una mezcla de excitación y nervios.
Hacía sólo unas semanas que había empezado a trabajar, pero ya le iba bien. Aun así, había una parte de su vida que se guardaba para sí: su compromiso.
Se quitó el anillo del dedo, lo guardó en el bolso y respiró hondo antes de entrar.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
“Buenos días, señorita Rogers”, la llamó Peter, el amable guardia de seguridad.
“Buenos días, Peter. ¿Te has acordado de mi apellido?”, preguntó ella sonriendo.
“¿Cómo iba a olvidarme de alguien como usted?”, respondió Peter con un guiño.
Pamela soltó una risita y se animó un poco mientras se dirigía al ascensor.
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Cuando llegó a la planta de su despacho, salió y se dirigió a su mesa, observando la disposición familiar, el zumbido de los ordenadores y el susurro de los papeles.
Se sintió reconfortada y se instaló rápidamente.
Cuando empezó a trabajar, vio que Josh la saludaba desde el otro lado de la habitación. Ella le devolvió el saludo, disfrutando del gesto amistoso.
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Más tarde, mientras estaba concentrada en su pantalla, Josh se movió en su silla. “Hola, Pam, ¿cómo te va?”.
“Bien, gracias. ¿Necesitas algo relacionado con el trabajo, Josh?”, preguntó ella, arqueando una ceja, medio esperando otra de sus bromas.
“Por supuesto”, respondió él con una sonrisa juguetona.
“Tenemos que programar una ‘reunión’ importante para tu incorporación más profunda al equipo”.
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Pamela decidió seguirle el juego.
“¿Ah, sí? ¿Y quién me ha organizado esta reunión?”.
“Fui yo. Espera una invitación en el calendario de un momento a otro”, respondió, conteniendo a duras penas una sonrisa.
“Estaba pensando que podríamos celebrarla durante la cena en Simon’s, ya sabes, el restaurante que hay al final de la calle”.
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Pamela se rió, tapándose la boca.
“De acuerdo, ya veremos después del trabajo”, dijo, sintiendo una chispa de excitación.
Josh sonrió.
“Lo tomaré como un sí”, contestó, volviendo a su escritorio, claramente complacido.
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Pamela estaba fuera de la oficina, con la brisa fresca del atardecer rozándole la cara, y miró el móvil, preguntándose si debía irse a casa.
Su dedo se posó sobre la pantalla, a punto de confirmar su taxi, pero su mente iba a toda velocidad. Chandler, su prometido, ya estaría en casa, esperando que ella llegara pronto.
Sin embargo, el rostro alegre y el encanto despreocupado de Josh la habían hecho sentirse más ligera durante todo el día.
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Tal vez fuera inofensivo: una cena con un amigo, pensó, pero la duda persistía.
“¡Pam!”, la voz de Josh interrumpió sus pensamientos. Se giró para verlo, sonriendo y esperando con la misma confianza despreocupada que había visto en la oficina.
“Entonces, ¿vamos a ir a ese restaurante?”.
Pamela metió el teléfono en el bolso, aún insegura.
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“Se está haciendo tarde; probablemente debería irme a casa…”, empezó, desviando la mirada.
Josh se inclinó ligeramente hacia ella, con una sonrisa cada vez más amplia.
“Vamos, Pam. No tardará mucho y yo invito. Sólo un bocado rápido”, dijo cariñosamente, tendiéndole el brazo.
“Bueno, vale. Pero no por mucho tiempo”, respondió ella con una leve sonrisa, sintiendo que se relajaba.
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El rostro de Josh se iluminó mientras la cogía suavemente del brazo y la guiaba calle abajo.
La mente de Pamela zumbaba con una mezcla de excitación y culpabilidad, pero de momento se permitió disfrutar del momento.
Pamela y Josh estaban sentados uno frente al otro en el acogedor restaurante, con la mesa cerca de una ventana donde unas luces tenues suavizaban el ambiente.
El aroma del pan caliente y los sabrosos platos llenaba el aire mientras se reían de una historia que Josh estaba contando.
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Su voz animada y sus expresiones exageradas hacían que Pamela se riera sin parar.
Entonces, se volvió hacia mí y me dijo: “¡La próxima vez que hagas ese truco, te irás de aquí más rápido que el corcho de una botella!”.
La imitación que hizo Josh de su antiguo manager fue perfecta, con la dosis justa de chulería para que resultara desternillante.
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Pamela casi se dobló, agarrándose el estómago. “¿De verdad ha dicho eso? ¿Por qué nunca he visto a este tipo por la oficina?”.
Josh puso los ojos en blanco y sonrió. “Porque le despidieron seis meses después de aquel incidente. Supongo que es el karma por intentar hacerse el jefe duro cuando en realidad nadie le respetaba”.
Se rieron juntos y, cuando la risa se desvaneció, Pamela se relajó como hacía mucho tiempo que no lo hacía.
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Sentada frente a Josh, se sintió vista, escuchada y apreciada. Chandler apenas se había fijado en ella últimamente, y aquí estaba Josh, realmente interesado en todo lo que tenía que decir.
Había una calidez en su mirada, algo que hizo que el corazón le diera un vuelco.
Miró sus brillantes ojos azules, casi perdiéndose en ellos, hasta que se dio cuenta y bajó rápidamente la mirada, un poco nerviosa.
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“¿Pasa algo, Pam? ¿He dicho algo raro?”. El tono de Josh se suavizó al notar su cambio de actitud.
“No, no, no eres tú… todo va bien”, respondió ella, pero su voz contenía dudas.
Hubo una pausa, un momento en el que quiso compartirlo todo, contarle la verdad sobre su compromiso. Respiró hondo, reuniendo las palabras.
“Escucha, Josh, hay algo que tengo que decirte…”.
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Pero cuando estaba a punto de continuar, una voz familiar atravesó el cálido murmullo del restaurante, devolviéndola a la realidad.
“¡Pamela! ¿Qué está pasando aquí?”.
La voz de Chandler era aguda, y ella levantó la vista para verle dirigirse furioso hacia su mesa, con el rostro demudado por la ira.
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Josh se puso inmediatamente en pie, interponiéndose entre Pamela y Chandler con un instinto protector que ella no había esperado.
“¿Quién eres y qué crees que estás haciendo?”, preguntó Josh, con voz firme pero tensa.
Chandler no se contuvo.
“Soy su prometido, Chandler. ¿Y quién eres tú para estar sentado aquí con mi prometida?”.
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Chandler miró a uno y otro, con voz acusadora.
Pamela sintió que sus mejillas palidecían al mirar a Josh, que parecía aturdido, casi como si el suelo se hubiera movido bajo sus pies.
Se volvió hacia ella, buscando respuestas en su rostro.
“¿Es esto lo que querías decirme?”, le preguntó en voz baja, con un halo de dolor en la voz.
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Pamela abrió la boca, con la mente acelerada.
“Sí… pero no conoces toda la historia, Josh. Quería explicarte…”.
Pero Chandler la interrumpió.
“No hay nada que explicar, Pamela. Vámonos”. Su tono era definitivo.
Josh bajó la mirada, con el rostro nublado por la decepción.
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“No hay nada que explicar. Has tomado tu decisión”, susurró, más para sí mismo que para ella.
Cogió su abrigo y apenas le dedicó una mirada mientras se daba la vuelta y salía del restaurante, dejándola allí de pie, sin habla.
Pamela lo miró marcharse, sintiendo que había perdido algo valioso. Quería gritarle, hacerle comprender.
Pero Chandler la agarró con fuerza por el brazo y la sacó del restaurante al aire frío de la noche.
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“¿En qué estabas pensando, Pamela?”, preguntó Chandler mientras caminaban por la calle. “¿Por qué has hecho esto?”.
“¡Sabes por qué, Chandler! No actúes como si fuera una sorpresa para ti…”, replicó ella, con la voz entrecortada.
Pero la expresión de Chandler seguía siendo dura.
Cuando llegaron a la acera, Pamela se apartó, negándose a continuar la discusión.
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Llamó a un taxi, dejando a Chandler mirándola fijamente mientras cerraba la puerta y volvía a casa sola, con la mente agitada por el arrepentimiento y la incertidumbre.
A la mañana siguiente, Pamela entró en el despacho con una mezcla de determinación y nerviosismo.
Recorrió la habitación con la mirada hasta que vio a Josh sentado en su mesa, concentrado en la pantalla del ordenador.
Cuando ella se acercó, él levantó la vista, captando su mirada durante un breve segundo antes de apartarla rápidamente.
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Pudo ver el dolor en sus ojos, y eso no hizo más que avivar su decisión de contarle por fin la verdad.
Sin mediar palabra, se acercó a su escritorio y le arrojó un pequeño sobre. Josh lo miró y luego la miró a ella, con el ceño fruncido por la confusión.
“¿Qué es esto?”, preguntó, con la voz más fría de lo habitual.
“Es mi elección”, dijo Pamela con firmeza, aunque su voz se suavizó al continuar. “Te dije que te lo explicaría, y lo haré”.
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Josh suspiró, apartando ligeramente el sobre, casi como si no quisiera enfrentarse a lo que había dentro. “Tienes un prometido, Pamela. ¿Qué queda por explicar?”.
“Que me propuso matrimonio hace más de dos años. Las cosas han cambiado desde entonces”, respondió ella, intentando mantener la voz firme.
“Ya apenas hablamos. Se niega a buscar trabajo, no quiere ayudar a pagar la boda y se pasa las noches bebiendo”.
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Josh se cruzó de brazos, más confuso que nunca. “Entonces, ¿por qué sigues con él?”.
“¡Ya no lo estoy!”, exclamó Pamela, el peso de aquellas palabras le produjo una sensación de libertad que no había sentido en años.
Lentamente, abrió el sobre, inclinándolo para que el anillo de compromiso se deslizara hasta su mano.
“Se lo devolveré hoy mismo”, dijo en voz baja, casi para sí misma. “Hacía mucho tiempo que quería hacerlo, pero tenía miedo.
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“Esperaba que las cosas mejoraran, que volviéramos a ser como antes. Pero eso no va a ocurrir”.
“Hace más de un año que somos más extraños que compañeros. Debería haber terminado antes, pero no sabía cómo”.
Sintió que se le formaba un nudo en la garganta, pero continuó, encontrándose con la mirada de Josh.
“Sé que me equivoqué por no habértelo dicho antes, por ocultarte todo esto. Pero por fin he tomado una decisión. Quiero estar contigo, Josh. He dejado de esconderme de lo que quiero”.
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La expresión de Josh se suavizó al escucharla, con una mezcla de empatía y alivio en los ojos. Cruzó el escritorio y le cogió la mano con suavidad.
“Yo también lo siento”, dijo en voz baja.
“No pretendía juzgarte sin comprender toda la historia. Es que… no me esperaba todo esto. Pero me alegro de que me contaras la verdad”.
Pamela soltó un suspiro que no se había dado cuenta de que había estado conteniendo. Se sintió más ligera, como si por fin se hubiera quitado un enorme peso de encima.
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“Gracias”, susurró, apretándole la mano. Se secó una lágrima que se le había escapado.
“Después del trabajo, vayamos a algún sitio, hablemos de todo… y esta vez, yo invito”.
Josh sonrió, una sonrisa auténtica y cálida, y asintió.
Por primera vez en mucho tiempo, Pamela se sintió realmente esperanzada respecto a lo que vendría después, dispuesta a empezar de nuevo y a abrazar por fin la felicidad que había estado reteniendo.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a [email protected].
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