Cuando el abuelo de Alicia falleció, ella se sorprendió al saber que él le había dejado todo a sus hermanos, pese a que ella tenía más y mejor relación con el difunto. Sin embargo, después de visitar el antiguo granero que había heredado, se topó con algo que cambió su vida y la de su familia para siempre.
Alicia era la única hija de sus padres y tenía dos hermanos mayores, Javier y Antonio. Sus padres trabajaron en cruceros durante muchos años, por lo que tenían que viajar mucho.
Los padres de Alicia querían estabilidad para sus hijos, por lo que llegaron a un acuerdo con el abuelo de los niños, Beltrán. El hombre mayor cuidaría a los niños mientras sus padres estuvieran trabajando. Como resultado, Alicia y sus hermanos pasaron mucho tiempo con su abuelo en su infancia.
Alicia amaba mucho a su abuelo y, a lo largo de los años, construyeron una relación sólida. Eran más que abuelo y nieta, se convirtieron en amigos reales. Incluso después de que los padres de Alicia encontraran trabajos en el campo para quedarse en casa, ella seguía visitando a Beltrán con regularidad.
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Alicia compartía mucho tiempo con su abuelo. Él le contaba todas sus historias sobre sus aventuras a lo largo de los años y su crianza dura pero alegre. Ella por su parte, le hablaba de sus sueños y las cosas que esperaba lograr en su vida.
Desafortunadamente, el abuelo de Alicia falleció. Esto destrozó por completo el corazón de la chica e hizo que su mundo se derrumbara. Perder a su abuelo parecía haber cambiado todo para ella.
Alicia entendió que era un anciano y que había vivido una vida larga y fructífera, y que había fallecido en paz. Pero eso no hizo que el dolor fuera más fácil de soportar. Su abuelo se había convertido en un amigo con el que podía contar, alguien con quien podía discutir y reír.
Pronto llegó el momento de que la familia abordara el testamento de Beltrán. Su abuelo les había dejado casi todo a sus nietos, por lo que la reunión fue entre Alicia, Javier, Antonio y el abogado de Beltrán, Lorenzo. Todos se sentaron en la oficina del jurista mientras él explicaba quién obtendría qué.
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Javier y Antonio estaban ansiosos por saber lo que podían ganar mientras Lorenzo leía y explicaba los últimos deseos de su abuelo.
“Está bien. Entonces, ¿qué nos dejó?”, preguntó Javier con impaciencia.
“Sí, ¿qué obtengo?”, agregó Antonio.
“Espera. Llegaremos allí. Solo quiero que entiendas lo que dejó tu abuelo. Entonces, el patrimonio de…” comenzó Lorenzo.
Las palabras del abogado y su hermano se desvanecieron en el fondo mientras Alicia estaba envuelta en sus pensamientos. Se sentó allí estoicamente, reviviendo el trauma de perder a una de las personas más importantes para ella.
Recordó el llanto amargo de su madre cuando el médico anunció que su padre se había ido. Recordó haberlo besado por última vez y haber pensado: “¿Cómo alguien que trajo tanta calidez y vida de repente se volvió tan frío y sin vida en un solo momento?”.
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Alicia todavía tenía mucho con lo que lidiar, y la oficina de Lorenzo era el último lugar en el que quería estar. Todavía tenía muchas preguntas. Estaba feliz de que su abuelo estuviera descansando, pero eso no hizo que el dolor fuera más fácil de digerir.
“Alicia, ¿entiendes lo que acabo de decir?”, preguntó Lorenzo, con todos a su alrededor mirándola.
“Disculpen… No escuché ¿Qué sucede?”, preguntó Alicia, saliendo de sus pensamientos y volviendo a la realidad.
“Dije que la casa irá a tus hermanos. Beltrán te dejó el granero donde solía estar su finca. El terreno en sí fue embargado, como sabes. Sin embargo, de alguna manera tu abuelo logró independizarla de la propiedad. Así que, tendrás acceso a él incluso después de que haya sido embargado el terreno”, explicó Lorenzo.
“¡Guau! Todo un granero”, dijo Javier, con tono de burla mientras Antonio se echaba a reír.
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“Le sugiero encarecidamente que trate de salvar lo que pueda de él. No será mucho, pero si al menos pudiera hacer un trato con los nuevos propietarios de la tierra, estoy seguro de que podrá sacar algo de allí”, dijo Lorenzo con empatía.
“¿Algo así como qué? Te quedaste con la peor parte, hermana. Tan poco por todos esos veranos en casa del abuelo”, dijo Antonio mientras él y Javier se echaban a reír de nuevo.
Alicia, incapaz de contener las lágrimas, agarró sus cosas y salió corriendo.
“Oh, vamos, Alicia. Solo nos estábamos riendo”, gritó Javier mientras su hermana se retiraba del lugar.
A Alicia no le importaban mucho los activos de Billy. Lo que realmente conmovió su corazón fue que esto la hizo cuestionar su relación con su abuelo. Sus hermanos apenas habían pasado tiempo con él. No lo habían amado como ella.
El abuelo de Alicia también sabía los problemas económicos por los que ella estaba pasando, en comparación con sus hermanos. Ella habría esperado que él también hubiera considerado esto. Si Alicia hubiera heredado la casa, al menos podría haber tenido un lugar donde vivir sin pagar alquiler.
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La casa no estaba en las mejores condiciones. Era vieja y estaba en ruinas. Sin embargo, si Javier y Antonio trabajaban en ella, podrían obtener una buena ganancia. Alicia, por otro lado, no tenía mucho con qué trabajar.
Si bien estaba un poco ofendida porque no había recibido prácticamente nada como la única persona que amaba sinceramente a su abuelo, trató de no dejar que eso la dominara.
Todavía era rica en los recuerdos que había compartido con su abuelo, y no podía permitir que las posesiones materiales se interpusieran en eso. Al final, su abuelo le mostró que la amaba mientras estaba vivo; ella no necesitaba nada más que eso.
Alicia era una mujer trabajadora, dura y decidida. Sus problemas financieros surgieron como resultado de un negocio fallido debido a circunstancias fortuitas. Estaba trabajando incansablemente para volver a levantar cabeza, pero parecía que todos sus esfuerzos eran en vano.
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Decidió que trataría de comunicarse con sus hermanos. Tal vez estarían dispuestos a dejarla quedarse en la casa hasta que se recuperara. De esa manera, podría ahorrar dinero en el alquiler y tratar de recuperar sus finanzas. Entonces, se dispuso a reunirse con sus hermanos para almorzar, y las cosas no salieron como esperaba.
“Entonces, ¿qué dicen, chicos? ¿Puedo quedarme en la casa un rato? Solo hasta que resuelva mi situación”, preguntó Alicia, sentada frente a Antonio y Javier en un restaurante.
“No lo sé, Alicia. Me parece que podrías estar pidiendo mucho”, dijo Javier.
“Sí. ¿Por qué no te quedas en el granero hasta que estés bien?”, dijo Antonio, chocando los cinco con su hermano con una risa descarada.
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“Esto no es una broma, muchachos. Por favor, realmente necesito su ayuda en esto. ¡Por favor!”, suplicó Alicia.
“Está bien, está bien. Bromas aparte. Esto es lo que puedes hacer. Dejaremos que te quedes allí. Solo tendrás que pagar el alquiler”, dijo Antonio impasible.
“¿Pagar alquiler? ¿De qué me sirve mudarme allí si voy a pagar alquiler?”, expresó Alicia
“Quiero decir, podemos intentar darte un pequeño descuento familiar”, dijo Javier.
“Es una buena oferta, hermanita”, agregó Antonio.
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“Gracias por nada, chicos. Tanto les vale la familia”, dijo Alicia, levantándose y saliendo del lugar.
“Es eso o el granero Alicia”, gritó Javier, riéndose entre dientes mientras él y Antonio chocaban los cinco de nuevo.
Alicia se dio cuenta de que realmente estaba sola ahora. Estaba cada vez más cansada de reflexionar sobre sus problemas financieros. Necesitaba un descanso de todo. Necesitaba escapar, solo por un momento.
Decidió que iría a visitar el granero. Había pasado una eternidad desde que ella había estado por última vez allí. Ella y su abuelo habían pasado mucho tiempo en ese lugar.
Mientras Alicia conducía por lo que solía ser el camino de entrada de la propiedad, miró las vastas praderas vacías y se preguntó cómo era que las cosas habían cambiado tan rápido. Hacía algún tiempo, este era un campo verde, rico y lleno de vida, repleto de cultivos. Y ahora, al igual que su abuelo, estaba muerta. Ya no había nada allí.
Alicia se detuvo en el granero y entró. Estaba en bastante mal estado. Ella recordó cuando el negocio agrícola de su abuelo todavía estaba en funcionamiento. También trajo a su memoria las veces que jugaba a las escondidas con su abuelo en el granero.
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Se rio para sí misma mientras miraba a su alrededor, los recuerdos la inundaron. En ese momento, los sentimientos la pusieron muy emotiva. Su abuelo le dejó mucho más de lo que podría haber pedido. Todos los recuerdos, lecciones, tiempo y amor compartidos fueron más que cualquier posesión material que él pudiera haberle dado.
Se dio cuenta de que lo que realmente hacía valioso el granero eran los recuerdos compartidos allí. Al mirar hacia el pajar, vio uno de los escondites favoritos de su abuelo. Decidió que subiría y lo buscaría por última vez.
Sabía que estaba siendo un poco tonta, pero se sentía bien. Mientras subía la escalera, esta comenzó a romperse. Cayó al suelo y arrastró consigo una parte del pajar.
Estaba un poco conmocionada, pero no resultó herida. Le pareció notar que algo había caído del escondite de su abuelo cuando se rompió la escalera. Así que fue a buscarlo entre las maderas rotas. Mientras buscaba entre los escombros, se encontró con una bolsa negra.
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Ella la abrió y lo que había dentro la dejó sorprendida. Dentro de la bolsa había fajos de billetes con una nota encima que decía:
“A mi querida, dulce Alicia. Si estás leyendo esto, entonces supongo que me encontraste de nuevo. Nunca fui bueno para las escondidas.
Te dejé este granero para que pudieras reconstruir mi negocio fallido. A diferencia de tus hermanos, sé que amabas mucho esta finca y a mí. Esta es tu casa. Este dinero que he ahorrado a lo largo de los años debería ayudarte a recuperar la finca y el negocio. Sé que puedes hacerlo.
Con amor, tu abuelo”.
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Cuando Alicia terminó de leer la nota, se echó a llorar. Deseaba haber podido tener más fe en su abuelo. Sin embargo, también estaba encantada con la oportunidad que se le brindaba. Finalmente, supo que él no se había ido realmente. Todavía estaba con ella. De lo contrario, ¿cómo habría pensado en buscarlo de nuevo?
Ese año, Alicia puso todo su esfuerzo y el dinero que ahora tenía para revivir la finca. Volvió a comprar la propiedad, cerró su negocio y se mudó al lugar donde era feliz. Después de muchos meses de arduo trabajo, finalmente obtuvo sus primeros ingresos.
Cuando llegó la próxima temporada de cosecha, la finca era famosa y muy exitosa. Y cuando sus hermanos se enteraron, se arrepintieron. En realidad, nunca se habían tomado el tiempo de trabajar en la casa que habían heredado, y cuando quisieron hacerlo, ya era demasiado tarde.
La casa estaba en ruinas, y no la podían vender por mucho dinero. Para empeorar las cosas, tampoco les estaba yendo demasiado bien en sus carreras. Decidieron pedirle ayuda a Alicia averngonzados. Sin embargo, a diferencia de ellos, ella los proveyó con gracia y los consoló en sus problemas.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La codicia no se recompensa: La codicia de Javier y Antonio terminó por arruinarlos. Sin embargo, debido al buen corazón de Alicia, al final no se quedaron varados. Ella los trató como le hubiera gustado que la hubieran tratado.
- No dejes que tus circunstancias determinen quién eres o quién serás: Alicia podría haber tratado fácilmente a sus hermanos como ellos la habían tratado a ella, pero manejó la situación con gracia y misericordia. También podría haberse dado por vencida fácilmente con la idea de recomponer su vida, pero se mantuvo resistente, esperando algo mejor.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Esta pieza está inspirada en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrita por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien.
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